Ponme otra copa de ti,
no temas que me emborrache.
Ojalá sucediera que,
embriagado de noche,
de luna,
de silencio y de misterio,
cantara canciones sin sentido,
llevado por los grados del alcohol.
Cantaría alto y fuerte,
convencido de la verdad de las letras,
sabiendo que eres tú
la que canta por mí.
¿Querrás que cante en mi voz
tu vida?
Llevar tu licor en mi sangre,
corriendo por mis venas,
alimentando mis pulmones,
bombeando en mi corazón...,
recorriendo todo mi cuerpo
(que ya no es mío,
que ya es tuyo),
llenándome de tu vida,
que es
(que quiero que sea)
la mía.
Y, cayéndome por las calles,
llevando de ti la esencia,
serpenteantes mis pasos,
guiado por tu botella,
coger, borracho, una estrella.
Una pequeña,
brillante,
para poner de colgante
en mi cuello. Una bella,
que cuando llegue tu ausencia
me recuerde que bebí
de tu licor,
de tus ojos,
de tus palabras,
de tus silencios...
Que me recuerde que bebí
hasta apurar mi copa...
y que me pusiste otra,
y me emborraché de ti.
Recógeme del suelo si me caigo.
Y no digas nada...
sólo ponme
otra copa de ti.
Y no temas al día siguiente:
mi resaca me hará recordarte,
y volveré a ser feliz.
Si tú quieres,
llena dos copas...y brindemos
por todo,
por nada,
por la vida,
por la muerte,
por el inicio,
por el fin.
Pero ponme otra copa
de ti